Núm. 2 (2023): Journal Nursing Valencia
Inmersos en una vorágine en la que la ciencia levanta y derrumba mitos, crea dioses y fantasmas y nos sobrepasa con humanoides robotizados e inteligencia artificial conviene, más que nunca, apelar al sentido humano y humanista de los cuidados. Atónitos contemplamos el funcionamiento acelerado de un sistema organizado de conocimiento enfermero que estudia, investiga e interpreta los cuidados a través de la metodología de observación y experimentación pero que, en ocasiones, pierde el sentido más humano, afable y afectuoso.
La tecnología, el aparataje y precisión es omnipresente, y así debe ser, para mejorar las atenciones de nuestros pacientes. No obstante, no se nos debe olvidar, que una de las profesiones más humanistas por tradición y vocación es la Enfermería. Una disciplina cercana, accesible y tangible –en la que hay que tocar-- cuya práctica profesional debe estar fundamentada en ofrecer un cuidado humanizado, donde no solo hay que tratar el órgano o la parte del cuerpo que esté enferma, sino también se debe abordar con sensibilidad las emociones del paciente.
Porque frente al frenético avance tecnológico en los ámbitos clínicos se corre el riesgo de que a la humanidad de la Enfermería le ocurra el mal augurio del ensayista estadounidense Sydney J. Harris quien alertó de que el “verdadero peligro no es que las computadoras comenzaran a pensar como los humanos, sino que los humanos comenzaran a pensar como las computadoras”. De ahí que, ante el avance de la sociedad del conocimiento, de los grandes logros científicos y tecnológicos, es preciso dar importancia a humanizar, más si cabe, la Enfermería como esencia del cuidado, para no perder la afectividad y emotividad hacia el paciente, estrechando lazos emocionales de afinidad y comprensión. En definitiva, de proximidad e interacción.
Una propuesta cada vez más necesaria en la que debe obtenerse un perfecto equilibrio entre los conocimientos que aporta la ciencia y la tecnología y, en el otro lado de la balanza, un cúmulo de valores para poder establecer un vínculo emotivo que propicie una asistencia de calidad centrada la persona. Para atenuar, en la medida de lo posible, la sensación de soledad, de falta de privacidad, de incertidumbre, de angustia e, incluso, de miedo que, en un alto porcentaje, sufren los enfermos en los entornos clínicos, donde es importante hacer partícipes a los familiares en el proceso asistencial. Porque las enfermeras y enfermeros deben disponer de un saber científico y una habilidad técnica, pero a la vez, comportamientos y actitudes para ofrecer el mejor trato personalizado y cariñoso, en el que se utilice el lenguaje verbal coordinado con el lenguaje gestual.
La protocolización y los algoritmos matemáticos cultivan nuestra inteligencia y fundamentan el rigor de la investigación, con la frialdad y la lógica de los datos y cifras. Sin embargo, no debemos caer en una profesión de mentes robotizadas. La ciencia enfermera debe avanzar y trascender en perfecta comunión con las atenciones emocionales y empáticas, para no desembocar en una humanidad (la de la Enfermería) peligrosamente deshumanizada.
Francisco Mulet Falcó
Presidente de Honor del Colegio Oficial de Enfermería de Valencia (COENV)